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lunes, marzo 02, 2009

Primer Domingo de Cuaresma

ORACION PARA ESTA PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

"Ayúdanos a hacer silencio, Señor, queremos escuchar tu voz en medio de tanto ruído.
Toma nuestra vida, guíanos al desierto, queremos encontrarnos a solas, Tú y cada uno de nosotros.
Necesitamos contemplar tu rostro, nos hace falta la calidez de tu voz, caminar juntos... callar para que hables tú, para que dirijas nuestros pasos.
Nos ponemos en tus manos, queremos revisar nuestra vida, descubrir en qué tenemos que cambiar, afianzar lo que anda bien, sorprendernos con lo nuevo que nos pides.
Ayúdanos a dejar a un lado las prisas, las preocupaciones que llenan nuestros días, barre todas las dudas e inseguridades, ayúdanos a archivar nuestras respuestas hechas, queremos compartir cada hora a tu lado...
Señor, nos tienta la falta de sensibilidad, no tener compasión, acostumbrarnos a que otros sufren y tener excusas, razones, explicaciones... Que no tienen nada de Evangelico. Nos tienta la desesperanza, la falta de utopías...
Nos tienta el dejarlo para mañana todo, cuando hay que empezar a cambiar hoy. Nos tienta creer que te escuchamos sin escuchar la voz de los demás...
¡Enséñanos a discernir! Danos luz para distinguir tu rostro. Llévanos al desierto, Señor, despójanos de lo que nos ata al mal, al pecado, al dolor, a la tentación; sacude nuestras certezas y pon a prueba nuestro compromiso.
Queremos empezar de nuevo, humildes, sencillos, serenos, comprometidos, con fuerza y Espíritu para vivir fieles a Ti..."

LA CONVERSIÓN ES POSIBLE

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS 1, 12- 15
En aquel tiempo el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás, vivía entre alimañas y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía: Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creer en el Evangelio.

1.- La prueba necesaria del desierto. El Espíritu empujó a Jesús al desierto. Es éste un lugar ambivalente: prueba y purificación, tentación y encuentro con Dios y con uno mismo. La estancia de Jesús en el desierto tal como la relata Marcos tuvo su lado tenebroso, Satanás y las alimañas, pero también su gloria y su luz, pues “los ángeles le servían”. En el desierto pudo Jesús vivir su iluminación particular sobre la meta y los medios para anunciar el Reinado de Dios. Jesús, triunfa y la causa de Dios se impone sobre lo meramente humano. El evangelio de Marcos propugna un cristianismo más radical, más conforme con los orígenes. Es un evangelio exigente: quiere acabar con las disculpas de que “es lo que siempre se ha hecho”, “lo que todos hacen”, “mañana lo haré”… Jesús salió también reforzado en el desierto.

2.- En todas las eucaristías decimos “no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal”. A fuerza de recitarlo tantas veces no nos enteramos muchas veces de lo que decimos, pues lo hacemos de forma mecánica. La tentación esta ahí, acecha a todo ser humano. Lo malo no es ser tentado, Jesús también lo fue, lo malo es caer en la tentación. El evangelio de Marcos en este primer domingo de Cuaresma nos presenta este lado profundo del mal. Pero también presenta a otros actores: El Espíritu, Jesús, Dios y su proyecto. Toda vida humana pasará la prueba de la tentación. La tentación es la posibilidad siempre presente de abrirle las puertas a fuerzas que se oponen al proyecto fraterno de Dios. El seductor es el que me aparta de mí mismo. Una gran tentación es eludir nuestras responsabilidades y así vernos libres del trabajo que comporta una vida entregada a la misión que Jesús nos encomienda. Hay en nosotros una llamada a dejarnos guiar por el Espíritu, a optar por Dios como compañero de camino.

3.- Jesús espera mucho de nosotros. La conversión que pide Jesús como primer tema de la predicación del Reino debería empezar por dar la vuelta a nuestro modo de vivir ya habitualmente nuestra fe. Pero el evangelio quiere sacudir esa modorra, denunciando que para nada nos sirve “retomar” las viejas prácticas con nuevo estilo. No es posible un cristianismo vivido “a medias”, ni se debe encapsular lo nuevo en moldes viejos. Hay que crear moldes nuevos, odres nuevos. No se trata de prácticas, sino de nosotros mismos. Retirarse al desierto significa enfrentarse a solas con nosotros y naturalmente comenzar por la revisión crítica de nuestro modo de ser. El evangelio de hoy nos indica el camino que siguió Jesús antes de comenzar su actividad pública. El que hoy nosotros estamos invitados a recorrer también, si nos dejamos “empujar” por el Espíritu.